Postal clásica panguipullense y paso obligado de cientos de visitantes, son características que reflejan la importancia de esta iglesia, que a 67 años de su construcción, mantiene intacta su infraestructura, réplica de una pequeña capilla suiza, lugar de origen de su creador: el padre Bernabé de Lucerna.
En el corazón de la ciudad de Panguipulli –118 kilómetros al noreste de Valdivia- entre pequeñas edificaciones que reflejan una escasa invasión capitalista, encontramos la Parroquia San Sebastián, legado de la Misión Capuchina que en 1903 arribó en la comuna con el fin de evangelizar y educar a sus habitantes.
Cuatro años más tarde, donde ahora encontramos el Cementerio General, fue levantada la primera iglesia católica de la ciudad, terreno que además albergó la casa de los sacerdotes, un taller y escuelas misionales de niños y niñas; edificaciones que fueron completamente quemadas en el incendio que en 1945 obligó a la Misión a buscar un nuevo comienzo.
De esta manera, bajo el ingenio del padre Bernabé de Lucerna en el año 1947, se inaugura la actual parroquia, construida en base a donaciones y la dedicación de decenas de carpinteros locales que trabajaron gratuitamente, sin imaginar que estaban levantando lo que hoy se conoce como uno de los principales atractivos turísticos del “Destino siete lagos”.
Estilo europeo con toques nativos.
Con sus aproximadamente 300 m2 y dos torres que sobrepasan los 15 metros de altura, la iglesia se ha convertido, hasta ahora, en el edificio más alto de la ciudad. Sus bases de madera nativa le han ayudado a soportar dos de los terremotos más grande
s del mundo: 1960 y 2010, quedando levemente maltratada, lo que ha permitido mantener el estilo arquitectónico suizo que quiso plasmar el padre Bernabé, con el fin de recordar una capilla que tanto le gustaba -según destaca el memorial de los 90 años de la Misión Capuchina- Además, con el fin de hacer honor a una de las actividades más características de la zona; la artesanía en madera, a partir del año 2004, es posible apreciar en el altar un retablo tallado a mano por el artesano Filemón González, donde se presenta al Cristo resucitado, obra que maravilla a sus visitantes por su belleza y perfección.
Otro detalle que la hace ser única es su campanario electrónico, traído desde Alemania en los años 90’ y compuesto por tres grandes campanas que son tocadas desde la sacristía, escuchándose desde cualquier rincón de la ciudad.
Se cumple la Misión.
Llegado el año 2003, a 100 años de su arribo y de la mano del padre Severiano Alcamán, los Capuchinos entregan la iglesia a la Diócesis de Villarrica, asumiendo como párroco el padre Francisco Peralta, quien dirige hasta la fecha.
“De la misión quedan los mejores recuerdos de amor, bondad y tradición cristiana”, enfatiza Juana Villanueva, secretaria de la casa parroquial, que por llevar 15 años en el cargo pudo despedir a los Capuchinos y dar la bienvenida a los Diocesanos, convirtiéndose en testigo privilegiado del crecimiento en ambos tiempos.
Para ella, fue el cariño entregado por estos misioneros lo que ha permitido que la comunidad sienta un inmenso amor por su iglesia, cariño que hoy, de igual forma, transmiten los padres Francisco Peralta y Juanito Catrilef, haciendo honor a una Misión Capuchina que, además de dejar la Parroquia San Sebastián, dejó como legado 36 capillas -4 urbanas y 32 rurales- expandiendo enormemente la fe en la tierra del espíritu de puma: Panguipulli.
Por Texia Araneda