En la Región de Los Ríos, frente a la Bahía de Niebla y a 15 km de Valdivia, se encuentra ubicado Corral, puerto que además de ser el más antiguo del sur de Chile, fue protagonista del terremoto más grande registrado en la historia mundial (1960), catástrofe que marcó un antes y un después en su historia, y que junto a otros acontecimientos, dio cierre a una etapa popular y próspera que por muchos años posicionó al puerto como una de las localidades más famosas del país.
Un balneario distinguido que periódicamente recibía a las familias más acomodadas de Chile era Corral en el siglo XIX. Según destaca Gabriel Guarda en su libro “Nueva Historia de Valdivia”, en el año 1864 el puerto contaba con 500 habitantes, y ya para 1870, estos habían aumentado a mil; todos distribuidos en 97 casas y tres lujosos hoteles: eran el Kosmos; el Iquique; y el de don Adolfo Barbet, ubicado en la calle Mira –actualmente Avenida Seis de Mayo-, los que explotaban al máximo su capacidad para recibir a los cientos de visitantes.
Corral era altamente valorado, y su nombre alcanzaba tal altura, que en verano varias entidades públicas de Valdivia, tales como la Intendencia, viceparroquia, registro civil, gobernación marítima y resguardo de aduana, cerraban sus puertas en la ciudad y se trasladaban al puerto, ejerciendo sus labores desde allá; impacto que llevó a Corral en 1894 a ser nombrado Comuna, siendo su primer alcalde don Manuel Agüero. Era una época de prestigio para la localidad, promovida por la preferencia de la clase chilena alta de ese entonces, que gracias a la abundante vegetación y tranquilidad veía en el puerto el lugar idóneo para vacacionar.
Y fue esa misma vegetación la que en 1906 impulsó a inversionistas franceses a instalar en el puerto la primera Industria Siderúrgica de Sudamérica (fabricación de metal dulce). Llegaba la época de Altos Hornos y con ello, debido al sobrepoblamiento de la clase obrera que viajó de diferentes ciudades del país para trabajar en la nueva empresa, fue de a poco desapareciendo la clase alta del puerto, convirtiendo a Niebla en su nuevo lugar favorito de descanso.
La época popular.
Con la llegada de Altos Hornos al puerto, llegó también lo que muchos habitantes recuerdan como una época de abundancia y bienestar. Uno de ellos es don Sergio Campos, ex Superintendente de Bomberos, quien en 1937 a los 11 años de edad, arribó desde Temuco con su familia a Corral, pues su padre, de oficio albañil, había decidido trabajar para la empresa.
Para él, los años 40’ fueron los mejores que experimentó el puerto, y no sólo porque abundaba el trabajo, sino porque además abundaba la entretención. Según recuerda, en ese entonces el puerto contaba con dos salas de cine: El Esmeralda y otro del jefe de agua potable, Hans Korshon; además había un teatro con capacidad para 600 personas; varios clubes deportivos de tejo, boga, futbol, basquetbol y box, donde destacaban el Estrella de mar, Pescadores, Gente de mar y Lord Cochrane; y cómo olvidar el Hotel Schuster, donde dice se organizaban las mejores fiestas animadas por la banda tropical local, que era conocida desde Victoria hasta Calbuco.
La cantidad de familias que habitaban el puerto, impulsaron rápidamente el desarrollo, llegando a contar con cuatro escuelas; caja de ahorro –banco-; casa de reposo –hospital-; botica –farmacia-; aduana; Subcomisaría de Carabineros a cargo de un Capitán en Corral Bajo y retenes en Amargos, La Aguada y Quitaluto; además de varias empresas navieras como la Haverbeck y Prochelle.
“En conclusión fue una época donde la gente fue muy feliz. Sobraba el trabajo, todos tenían algo que hacer para producir. Recuerdo que en el puerto había cinco buques anclados y otros cinco esperando para anclar; en Altos Hornos trabajan más de 500 personas entre obreros y administrativos; y todos compartían con todos; íbamos mucho al cine y teatro, que se llenaba siempre cuando venían los artistas de Santiago. Fueron los mejores años del puerto. Una cosa es lo inerte y otra lo viviente. Corral ha crecido harto en lo material, pero en cuanto a actividad humana estamos estancados. Eso es lo que se extraña de aquellos tiempos”, enfatiza don Sergio.
El cierre de un gran periodo.
Llegado 1950 y tras varios años de prosperidad, Altos Hornos comenzó a declinar la producción. El deterioro de la infraestructura llevó a la empresa a replantearse la idea de seguir o no y tras 15 días de cierre se reabrió bajo el mando de su competencia: CAP de Huachipato. Así Altos Hornos siguió funcionando por ocho años más, hasta tocar su último pitazo un día 6 de junio de 1958.
“Con el cierre de la fábrica en Corral, llegaron desde Argentina a buscar personal calificado para una empresa del mismo rubro que habían abierto en San Nicolás y otros, se fueron trasladados a Huachipato. No quedamos más de 60 familias en el puerto”, recuerda don Sergio.
Con la partida de más de la mitad de la población, el ambiente se sentía distinto y las actividades recreacionales no se organizaban con la misma frecuencia. De a poco fueron desapareciendo los servicios públicos y privados, y también los visitantes. La creación de la Carretera Panamericana, también ayudó a alejar a la gente de Corral, pues la conectividad terrestre mejoró el acceso a otras localidades; y finalmente el terremoto de 1960, que destruyó gran parte del puerto, terminó con aquella época de gran actividad económica y social.
En la actualidad Corral muestra una cara renovada potenciada por el turismo, la actividad pesquera y exportación de Chips. Atrás quedaron esos años de sobreexposición y sobrepoblamiento, y hoy sus habitantes disfrutan de la tranquilidad y el poco ruido, marcando una nueva época, que deja atrás la nostalgia de antaño, cuando el puerto llegó a ser el más famoso y cotizado del país.
Por Texia Araneda