Su inteligencia y sus manos fueron sus principales herramientas de trabajo, las que siempre estuvieron a la disposición de quienes alguna vez las necesitaron.
Es difícil resumir en unas cuantas páginas la vida de Antonio Sobell. Su contribución e importancia han sido fundamentales para el desarrollo de Valdivia, por lo que quizás es mucho más fácil comenzar esta entrevista por el final; un epílogo que resume a la perfección sus 87 años de vida… “Estoy deseoso de vivir de nuevo para hacer las mismas cosas que he hecho hasta ahora”.
Oriundo de Los Andes, Antonio desde pequeño mostró capacidades que otros niños no tenían. A los siete años de edad ya poseía conocimientos matemáticos que sus pares no; a los ocho logró fabricar una radio a galena, siendo ésta una de sus primeras incursiones en la tecnología.
El 1 de enero de 1940 llegó a Valdivia, estudió en Liceo de Hombres hasta cursar 6º de humanidades (actualmente 4º medio), una generación muy particular, pues formó parte del recordado e histórico “sexto del centenario”.
Tras obtener el Bachillerato, Antonio ingresó a la Escuela Técnica de Investigaciones, institución donde brilló por su actuar y por ser uno de los más jóvenes de su generación. Pero a pesar de todas las distinciones individuales, para Antonio fue más importante el hecho de nunca haber puesto las manos encima de alguien para llevar a cabo una investigación; relevante o no, es de lo que él se enorgullece al recordar aquella etapa de su vida.
Pero la tecnología y ayudar a las personas siempre fue su vocación. Nunca buscó la fama o fortuna, pudo hacerlo, pero eso jamás le interesó, porque la satisfacción de poder prestar un servicio a la comunidad siempre fue lo más importante.
De esta forma, su cuerpo y mente fueron las herramientas más confiables y requeridas de la ciudad, convirtiéndose en la piedra angular de varias versiones de la “Noche Valdiviana”, encargándose de las animaciones que embellecieron el navío principal, el que todos quieren ver, el barco de la Reina.
El semáforo digital, la música y algo más…
Transcurría el año 1963, Valdivia se rearmaba luego de soportar el que dicen ha sido el terremoto más catastrófico registrado por la humanidad, y Antonio Sobell es el encargado de instalar y programar el primer semáforo digital en la ciudad, concretamente en la esquina de las calles Pedro Montt con Bueras, una colaboración que con el tiempo se propagó por toda la comuna.
A su vez, hizo un gigantesco aporte a la evolución de la música valdiviana; no tocando ni cantando, sino que modificando los instrumentos. Creó uno de los primeros acordeones eléctricos, magnetizando cada una de sus lengüetas. Además, a esto se le debe agregar su constante disposición por auxiliar a los músicos que frecuentemente visitaban el afamado taller de Antonio Sobell, ubicado en la calle Errázuriz, cerca de la Copa de Agua.
Sus capacidades también llegaron a las radios valdivianas; Radio Sur, Radio Calle – Calle y Radio Austral supieron de Sobell, una persona que fue capaz de lograr las transmisiones incluso sin que hubiese energía. Nada fue imposible para él, su ingenio superó todo tipo de dificultades.
En la actualidad…
A sus 87 años de vida, Antonio Sobell aún sigue siendo una personalidad reconocida en Valdivia, probablemente no para las nuevas generaciones, pero sí para los más veteranos de la ciudad. “Me siento orgulloso de haber vivido en Valdivia tanto tiempo… Tengo la dicha de haber conocido a muchas personas distinguidas, pero tengo la mala suerte de que todas las personas que conocí ya no están”, confiesa con un melancólico tono de voz.
Por Claudio Castro.
A pesar de su edad, Antonio todavía se siente capaz de reparar lo que sea, porque en su memoria aún queda esa frase que lo hizo tan popular… “¿Dónde puedo arreglar esto?… Donde Sobell”.
Un gran ejemplo de hombre trabajador y un mejor vecino, siempre inventando cosas y nada de egoísta con sus conocimientos. Siempre hablando de innovaciones, mejoras y capacitación.. en resumen.. una mente brillante…