En la ribera norte del rio Calle-Calle, existe un lugar que parece estar suspendido en el tiempo. Si bien no está a más de 5 minutos del centro de Valdivia, el aire que se respira es muy distinto. Quizás es la línea del tren que atraviesa el barrio, o las grandes fábricas abandonadas que parecen observar todo el tiempo desde lejos. Quizás son los tonos mágicos que adquieren las aguas del río cuando atardece, y que hicieron a los indígenas llamar al lugar «Kolüko» o «Aguas Rojas», lo cierto es que Collico tiene una especie de mística que atrapa y cautiva, y que lo convierten en uno de los puntos más atractivos, en cuanto a patrimonio, de nuestra ciudad.
La Historia del Barrio Collico, comienza mucho antes de la fundación de Valdivia, sin embargo, el gran salto en su configuración demográfica y arquitectónica, se produjo en el S. XIX, con el inicio de la colonización alemana. En esta época, se instalaron diversas industrias en la zona, debido a la utilidad que prestaba en términos de movilización de materiales, el encontrarse cerca del río.
La arquitecto Laura Rodríguez, señala en la publicación «La desestructuración de un barrio industrial en la crisis de la modernidad valdiviana, Chile», que gracias a estas industrias, que pertenecían en su mayoría a los colonos, Valdivia llegó a ser considerada como una potencia industrial dentro de Chile, generándose productos que incluso eran exportados hacia Europa, a través del Puerto de Corral.
De acuerdo con el libro «Un viaje a Valdivia, la civilización Alemana en Chile» de J. Alfonso (1900), las principales industrias localizadas en Collico eran la Curtiembre de Stolzenbach, el Molino Kunstmann, y la Fábrica de jabón de Enrique Koch, entre otras.
Si bien la historia del establecimiento del barrio tiene como principales protagonistas a los colonos alemanes, es claro que no bastaba con ellos para crear una comunidad. En la época, existía la convicción paternalista de que los industriales eran quienes debían construir las casas para sus obreros.
Fue así como, los «empresarios» del Molino Kunstmann y luego, los de la industria Stolzenbach, dieron inicio a la construcción de pequeñas casas que con el paso del tiempo se transformarían en una población alrededor de las industrias y casonas alemanas, dando finalmente origen a lo que conocemos como el barrio Collico.
Diversos factores se conjugaron para generar el estancamiento en el desarrollo de las incipientes industrias valdivianas. Uno de los más preponderantes, sin duda, fue el terremoto del 22 de Mayo de 1960, que acabó con gran parte de las instalaciones y el capital de los colonos.
Como si este desastre hubiese sido poco, la ciudad entera estuvo varios meses aislada, y gran parte del sector norte del Calle-Calle quedó sumergido bajo las aguas. Esto significó enormes pérdidas para la producción local, que no contaba con otros medios para trasladar materias primas ni para sacar los productos ya elaborados.
Este fue el fin del apogeo industrial de la ciudad de los ríos, sin embargo, la población establecida ahí se quedó, como un testigo mudo de la fragilidad de los grandes constructos y certezas humanas.
En la actualidad, Collico mantiene una identidad única que sorprende y emociona. Rodrigo Cortéz y Romina Flores, quienes se encuentran desarrollando el proyecto «Collico Patrimonial», destacan el notable compromiso de los vecinos con su Historia y con su Barrio, aún cuando las condiciones de éste no siempre son las mejores. A través de este proyecto, los jóvenes investigadores han podido recopilar gran cantidad de material fotográfico invaluable que se conservaba dentro de las mismas familias collicanas.
Está claro que el potencial escondido en Collico es enorme. Su población y riqueza arquitectónica dan muestra de un nivel de estoicismo y resiliencia que debiera enorgullecernos, no sólo como valdivianos, sino como miembros de una raza que resiste los avatares del destino y que muchas veces no tiene más opción que contemplar en silencio las sombras de las fábricas en ruinas, mientras a lo lejos, se pone el sol.
Por Macarena Solís