juan periodistaJuan Yilorm se define como un apasionado por las comunicaciones. Dice que es parte de su ser y de las cosas que heredó de su padre, un relator deportivo que se dedicaba a comentar partidos de fútbol, basquetbol y boxeo.

“Tengo de mi papá la condición para relatar. Algo que no se enseña. Es algo que tienes o no tienes”, explica mientras recuerda que sus inicios en el mundo de las comunicaciones se deben al su amor por los deportes. “Antes de salir del liceo yo ya incursionaba en la radio. Hice de todo, pero mi pasión era el deporte, por eso empecé tratando de crearme un espacio en la radio Camilo Henríquez, que era de las pocas que había en esa época, además era muy potente y tenía un gran poder de convocatoria”.

-¿Alguna vez relató algún partido junto a su padre?

-Cuando el relataba, a veces yo hacía de informador de cancha. Pero mi debut fue dramático. A mí me llega la obligación de reemplazarlo porque en medio de un partido Osorno – Valdivia le vino una parálisis facial, de la que luego se recuperó. Pero yo debuté bajo esas circunstancias.

-¿Cuál fue el evento que lo marcó en sus primeros años como relator?

-El año 62 cumplí mi primera misión como reportero deportivo. Hernán Olave, que era el dueño de la radio Camilo Henríquez, me mandó a cubrir el Mundial de Futbol del 62. Fue algo espectacular. Ir a Santiago era como ir a Europa. Es un hito importante para mí, fue mi consolidación en el relato deportivo.

Luego de ese importante paso, Juan Yilorm cuenta con nostalgia que empezó recorrer Chile debido a su trabajo. “Empezamos a hacer cosas innovadoras como seguir a los equipos fuera de la ciudad, lo que era una odisea, pero coincidió con un periodo esplendoroso del deporte en Valdivia. Había grandes selecciones amateur y la gente vibraba con ellas. Las cosas siempre se hacían más con pasión que con recursos”, exclama.

¿En qué momento comienza a desarrollar su lado social y político?

“Siempre ha existido en mí un compromiso social. El deporte conlleva una carga social. En los viajes me tocó ver mucha pobreza, muchas realidades”. Por eso, en 1967 ingresa al Partido Socialista y el deporte deja de ser realidad y pasó a realizar otros trabajos, hasta asumir la dirección de la radio del partido.

Es en esos años que el espíritu político se une fuertemente con la profesión periodística. Es el comienzo de la década del 70 y tal como recuerda, Juan Yilorm se involucra por completo en la campaña presidencial de Salvador Allende y asume cargos dentro del Parido Socialista. Luego, llega el Golpe de Estado, con lo cual muchos de sus conocidos, amigos y colegas son detenidos e incluso torturados.

“A mí me tomaron preso y me acusaron de traición a la patria. Me condenaron a 20 años de cárcel. Muchas veces temí por mi vida”, dice con la voz entrecortada. El sabe que muchos de sus compañeros no tuvieron la misma suerte. Algunos murieron y de otros nunca más se supo.

“Estuve cerca del fusilamiento. Yo creo que la popularidad que tenía en esos años me hizo bien y mal, ya que finalmente hubo gente que apostó por mí en esos momentos difíciles”. Luego de un par de años preso, el periodista tuvo la posibilidad de partir al exilio al igual que otros chilenos. El destino: Bélgica. Lugar que lo recibiría a él, su señora e hijas por 12 años. “Bélgica fue un país muy solidario. Tuvimos que integrarnos al país. Se trabajó duro y también desde afuera seguimos apoyando a nuestros amigos, compañeros y familias que seguían en Chile”, explica.

¿Siguió ligado a las comunicaciones mientras estaba en el exilio?

En un momento dado, un compañero chileno era camarógrafo para España en la Comunidad Económica Europea. Gracias a él, me integré al equipo como asistente de cámara y más de alguna vez termine haciendo despachos. Fue otro desafío, trabajábamos para la televisión española, pero había que hacerlo manejando el francés. Trabaje muy a gusto con esa corresponsalía, me entregó mucho y conocí muchos lugares.

¿Cómo era su relación con Chile en esa época?

A fuera uno trabajó incansablemente por volver al país. En Chile quedaba gente amiga, gente en prisión y tu familia. La actividad de política era muy intensa, trabajábamos fuertemente por volver y por quienes quedaron acá.

Después de más de una década lejos de Valdivia, el comunicador regresó a su ciudad. Siguiendo su amor por las comunicaciones, nuevamente se involucra en diferentes proyectos incluido su propio canal de televisión.

¿Cómo fue su regreso luego de 12 años en el extranjero?

Volví 15 días antes del plebiscito. Vine a dejar a mis hijas y señora ya que yo estuve en Bélgica un año más. Uno añoró Chile y lo idealizó, pero el país no era lo que uno había imaginado o seguía recordando, no fue fácil.

Pero volvió a trabajar en lo que le gusta…

Cuando volví, hice lo que sabía hacer. Regresé a la radio y empecé a trabajar en el canal 10. Luego, tuve mi propio canal de televisión, TV Sur. Hicimos muchas cosas, pero duramos cinco años porque los gastos eran muy altos. Después descubrí una nueva faceta que es el periodismo institucional y estratégico, y al mismo tiempo volví a la televisión haciendo lo que más me gusta: la conversación.

Después de toda una vida ligada a las comunicaciones ¿cambiaría algo?

No me arrepiento de nada, si volviera a nacer escogería el mismo camino. La experiencia te indicara que podrías actuar un poco diferente en ciertas ocasiones, pero no cambiaría nada.

¿Le hubiese gustado estudiar formalmente periodismo?

Soy un periodista de oficio como se dice. Los tiempos eran otros. A los 18 yo ya estaba involucrado en eso, le robaba tiempo a mi trabajo en el Banco Estado porque era lo que me apasionaba. Creo que, nadie va ser un buen periodista si no tiene la llama encendida, la pasión por esto. Pero está claro, la universidad también es necesaria, por eso siempre me he autoerigido para poder estar a la par con quienes si fueron a la universidad.

Luego de todos los años de oficio en los que ha pasado por radio, televisión y prensa escrita Juan Yilorm tiene una cosa muy clara: “El periodismo es una profesión de la que uno se enamora y no da para divorciarse. Es un amor eterno”.

Michelle Carpentier