La Región de los Ríos esconde una de las minas más famosas de Chile. Llegar a ella es una travesía que sólo realizan los mineros que se dedican a la recolección del oro de manera artesanal y que en su mayoría han decidido vivir en los faldeos de estos sectores.
La producción de oro está presente en Chile desde los tiempos precolombinos. Históricamente, estuvo establecida por la obligación de proveer oro a España y financiar así el desarrollo de la Colonia.
En la Región de los Ríos, la historia del oro se remonta al año 1561, fecha en la cual, fue descubierta la mina Madre de Dios, una de las más nombradas en el país. Junto a ella, destacan la mina Santa Anita, El porvenir, El Roble, Alaska, El Ulmo, California, entre otras. Todas ubicadas en los cerros de la comuna de Máfil.
Estos distintos mantos auríferos dieron trabajo al mafileño y formaron parte importante de la economía de esta localidad, siendo la principal actividad de los siglos pasados. Y que hoy se desarrolla de manera artesanal por los diferentes residentes cercanos a las minas.
La vida de un pirquinero
Alfredo Cea, es propietario de la mina El Roble, tiene 64 años y la mayor parte de su vida la ha dedicado a la recolección de oro. Vive literalmente en la punta del cerro, camino a Máfil-Folilco. Para llegar a su hogar debe tomar un minibús que sale de Máfil y que demora cerca de una hora hacia el interior de la cordillera, luego, debe caminar por 20 minutos, subiendo y bajando los cerros hasta llegar a su casa. Ahí lo aguarda su amigo y socio en la mina, Juan Sánchez Cumian, con quien trabaja para sacar adelante el negocio de su familia.
Cea reconoce que trabajar en el oro, no es fácil. El lleva en esto casi toda su vida, empezó cuando tenía unos 15 años. Es algo que va en la sangre – afirma Alfredo- su abuelo y su padre también se dedicaron al oro. «Mi papá me contaba que en la mina El Roble se realizaban levantes mensualmente, es decir, se podía recolectar hasta 22 kilos de oro al mes».
Lo que según Alfredo, permitía mantener a una familia perfectamente. En esa época – 1930 en adelante- trabajaban cerca de 50 mineros, todos ellos divididos en diferentes etapas. Hoy el yacimiento familiar le permite recolectar cerca de un gramo diario, ración que puede mejorar o empeorar dependiendo del día y de la suerte que tenga. «Nosotros sabemos que cuando vamos a la mina, puede que no logremos recolectar nada o quizás podamos encontrar una pepita, eso nadie lo sabe», cuenta.
Desde muy temprano comienzan las labores de estos pirqueros, así como ellos mismos se hacen llamar. Las faenas están dividas en la búsqueda y el posterior lavado del material. Cea relata que trabajan con tres canoas que les sirven para extraer el oro «Nosotros nos dedicamos de lunes a jueves a recolectar el material y el fin de semana lo lavamos con agua, para así obtener lo más fino». Procedimiento que finaliza con la venta del material a las diferentes joyerías, venta que se realiza mensualmente.
Alfredo lamenta que la tradición familiar está llegando a su fin. Sus hijos van de vez en cuando a la mina para ayudarlo. «Ellos decidieron dedicarse a la parte forestal o a otras actividades que le generen mejores y constantes ingresos. Pero si conocen el oficio del minero, pero no para dedicarse de lleno a él».
Otro minero, que dedicó parte de su vida a la recolección de oro fue Erico Navarrete quien trabajó hace unos 50 años atrás en la mina Santa Anita, en los cerros de Máfil. Para el, trabajar en la mina era algo de lo más común y quizás lo único que se podía hacer en aquel sector donde vivía. «Este sector era muy famoso por el oro, la gente viajaba de Máfil o Mariquina para poder trabajar acá y así poder vivir de esto. Habían tantas minas que alcanzaba para todos».
Reconoce que es un trabajo agotador sobre todo en el invierno. «Nosotros debíamos estar arrodillados largas horas, la cintura nos dolía mucho y las manos se nos congelaban cuando llegaba el invierno. Pero debíamos trabajar para conseguir ese grano que nos permitiría tener un buen pasar».
«Si teníamos mucha suerte y encontrábamos una pepa de oro, sabíamos que teníamos para comer todo el mes y mantener a toda la familia. Hoy en día, ya no es tan rentable dedicarse a esto, porque las cantidades no son las mismas y la calidad tampoco lo es».
La mina más famosa
La mina Madre de Dios fue fundada en el año 1561, en la zona de Pumillahue, llegando a ser uno de los yacimientos más famosos de América, gracias a la calidad de su oro.
La historiadora Marcia Fierro, lo describe en su libro «Máfil en la historia y la memoria» donde relata que las minas Madre de Dios operaron en principio de manera artesanal, hasta que a comienzos del siglo XX una compañía aurífera se instaló en el lugar y construyó dos grandes canales, con el fin de obtener la mayor cantidad de mineral posible. Marcia cuenta en su libro que en Madre de Dios se instaló un poblado donde se emplazaron precariamente mil 200 pirquineros.
Hoy en día, las minas se trabajan de manera artesanal, con mineros residentes de la zona. Sin embargo, la extracción de este material dejó de ser grandiosa como lo era en aquellos años.
Por Mónica Farkas