Turistas de todas partes de Chile,  extranjeros  y los propios valdivianos son conscientes de la belleza urbana que tiene su ciudad y en especial;  la Feria Fluvial, que a orillas del río Calle Calle, cuenta con más de 60 puestos de venta de diversos productos sacados de la tierra y el mar. Única en Chile, con características que la hacen más que especial, la Feria Fluvial de Valdivia es uno de los parajes más reconocidos y visitados por los chilenos y extranjeros que llegan a la ciudad.

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Emplazada a las orillas del río Calle Calle, y rodeada de construcciones patrimoniales, cuenta con la compañía incondicional de lobos marinos, gaviotas, cormoranes y pelícanos que en distintas épocas del año son parte del paisaje. Concurrido lugar de la costanera desde donde, además, salen las embarcaciones que ofrecen paseos por los distintos ríos de Valdivia como Cau Cau, Cruces, Tornagaleones, Guacamayo o canal Haberveck, entre otros. Particularidades, que la han hecho ser declarada zona típica y pintoresca por el Consejo de Monumentos Nacionales en mayo de 2009.

Junto a este homenaje, el Consejo de Monumentos le confirió el premio llamado ‘Conservación de Patrimonio’ como reconocimiento a su aporte a la identidad local en el ámbito cultural y turístico. ¿Pero qué la hace tan especial para ostentar tanto galardón? Pues bien, la Feria Fluvial, tiene una historia que data desde el año 1940.

En un comienzo, este sector era utilizado para el intercambio de productos y como centro de  comercio de la ciudad. Años más tarde la feria, como tal era aprovechada por los  agricultores, quienes  acudían diariamente a este lugar para así tener la oportunidad de vender algunos de sus productos, ubicándose a un costado del río, donde actualmente se emplaza la actual Avenida Arturo Prat.

Una de las primeras personas que se instaló fue Floridema Ruiz, pionera, junto a otras, en la posterior consagración de la feria. Su hija, Ana Soto Ruiz, continuó con el legado de su madre, cumpliendo  ya más de 40 años de trabajo, «Yo comencé a trabajar a los 17 años. Mi madre me contaba que la gente traía la mercadería de los alrededores, de los campos y las costas. Llegaba todo en botes y se vendía desde ahí mismo en improvisados muelles», recuerda Ana. «La feria de ahora, no tiene nada que ver con la de antes. Todos trabajaban desde el río, nadie estaba ubicado en puestos como ahora. Y prácticamente estábamos a la merced de la lluvia y las malas condiciones».

LA RUTINA DE LA FERIA

Feria Fluvial Valdivia 1La Feria Fluvial empieza a estar operativa desde las 6 de la mañana, hora en que llegan los primeros camiones con frutas, verduras, pescados y mariscos que abastecen el lugar. En un poco más de dos horas está completamente lista para funcionar y atender a los miles de visitantes que llegan hasta el lugar; con intenciones de comprar algo, mirar o simplemente sacarse una foto para llevar de recuerdo esta clásica postal de Valdivia.

Pero sin lugar a dudas, los más felices de todos, son los lobos marinos y los diferentes pájaros que diariamente se apostan a un costado de la feria. Lo único que los separa de su objetivo final, la comida,  es una reja que los vendedores han sabido saltar para deleitar cada cierto tiempo a su más fiel «comprador», el lobo marino. Le tiran uno que otro pescado, que él sabe agradecer. Este sin duda es un espectáculo que los turistas adoran fotografiar y grabar.

La jornada termina a las 16 horas, cuando deben desarmar cada uno de sus puestos, guardar su mercadería y volver a empezar todo al día siguiente. Desocupada la feria, entra personal municipal encargado de limpiar el lugar de los desechos que quedaron durante la jornada de trabajo.  «La feria es nuestra segunda casa, somos una gran familia. Es por eso que estamos contentos con el techo que nos colocaron, creo que era fundamental que se hiciera. Estábamos en pésimas condiciones», afirma Ana Soto.


Por Mónica Farkas