Los restos de historia que se esconden en los tiempos modernos
Detrás de la modernidad que nos rodea, cada día, en cada una de las ciudades, aún podemos encontrar restos de la historia, esa que convive constantemente con una ciudad que paralelamente sigue creciendo y desechando todo.
Dentro de esta sociedad, que acostumbra a desechar lo viejo o lo “malo”, es que encontré a don Óscar Gómez, zapatero desde hace casi 50 años, quien comenzó con su oficio por herencia, por ser un trabajo familiar.
Un entrevistado que costó encontrar, pero que finalmente y por casualidad encontré. Las puertas de su zapatería se ubican en plena esquina de las calles General Lagos y Cochrane, en una casona antigua, llena de utensilios propios de un zapatero de años de oficio como él.
Don Óscar viste como zapatero. Su delantal de cuero y sus manos llenas de historia nos hacen imaginar la cantidad de zapatos que ha creado y otros tantos que ha reparado. Su taller es otro reflejo de una cultura que a ratos tendemos a olvidar, en un mundo que no para. Siempre es bueno buscar rastros de historia, de esa que nos ha formado, de esa que nos llena de orgullo, de esa que nos hace sureños, la invitación es a conocer a don Óscar Gómez, zapatero valdiviano.
Óscar reconoce que con el pasar del tiempo se ha ido quedando solo, los pedidos ya no son los mismos, la gente ha cambiado, “ahora, como estoy solo, hago puras composturas, yo antes hacía zapatos, pero ahora ya no hay tiempo” relató Gómez.
Sus comienzos en la zapatería se remontan a su trabajo en la conocida fábrica de zapatos Rulof, donde trabajaba junto a su familia y a un montón de otros zapateros que ya no están en la ciudad, muchos de ellos ni siquiera viven aún.
Sobre las personas que trabajaban con él en la fábrica, recuerda que había hombres y mujeres que desempeñaban diferentes labores en la elaboración de los zapatos, incluso se reunían zapateros de diferentes comunas y lugares de la región para trabajar e intercambiar experiencias.
Tal como cuenta Óscar, cuando tenían el negocio familiar venían zapateros de otros lugares a comprarles materiales a ellos. “Vendíamos materiales, cuero, suelas, y venían a comprar de Paillaco, Corral, Los Lagos, de todas partes”.
“Mis clientes son personas de edad ya, que están acostumbrados a reparar sus cosas, lo malo es que con el tiempo van desapareciendo, algunos ya nos los veo y los empiezo a echar de menos”, así cuenta Óscar el hecho de que muchas personas, la mayoría de sus clientes, son adultos mayores, con la cultura de la reparación en lugar de lo desechable.
La pregunta fue inevitable, quería saber si su oficio tendría legado, si hay alguien que además de él pueda seguir con este trabajo cuando él ya no esté presente y su respuesta fue nostálgica. “A mi hijo una vez le pregunté si quería aprender zapatería, y me dijo que no, que no le gustaba esto, que él quería hacer otra cosa en la vida”. Parece increíble pensar que con el tiempo, trabajos y oficios como éste podrían desaparecer, debido al desinterés, o también, debido a que quienes acostumbran reparar en lugar de botar, pronto quizás ya no estén.
El consejo es siempre el mismo, observe su ciudad, observe su región, puede descubrir la convivencia de la historia y sus rastros, que aún permanecen vivos y conviviendo de manera paralela a una ciudad y a una cultura que avanza a pasos agigantados.
Por Rocio Oyarzún