Haber brillado en la “época dorada” del pugilismo chileno no fue algo sencillo. A pesar de esto, desde Valdivia, surgieron estos dos deportistas, los que golpe a golpe lograron ganarse un puesto en el mural del box nacional.
No es fácil rememorar una época en la cual el éxito y la fama eran el desayuno diario de una disciplina que actualmente combate día a día para sobrevivir y no ser noqueada por el “progreso”. Es el boxeo, una actividad que los más jóvenes desconocen, los treintones o cuarentones conocen gracias a las películas de Rocky y, los más viejos, recuerdan por las veladas que constantemente adornaban los gimnasios y coliseos del país.
El pugilismo en Chile data desde fines del Siglo XIX, periodo en el que se desarrollaba principalmente en Valparaíso, aunque la primera pelea que se llevó a cabo en suelos nacionales fue en Punta Arenas, alrededor de 1890; se desconoce la fecha exacta de aquella riña, al igual que el resultado de ésta, sólo se sabe que la protagonizó un afroamericano de apellido Barrington, quien desembarcó desde un navío mercante y terminó viviendo para siempre en tierras australes.
Transcurren los años y el boxeo ya no sólo interesa en la V Región, el sur del país es una clara muestra de ello, especialmente Valdivia, donde el pugilismo amateur se hizo presente en 1920. En aquel tiempo no destacaba alguien en particular, no obstante, esta época fue determinante para lo que después se conoció como la “época dorada” del boxeo chileno.
Algunos de los boxeadores valdivianos más reconocidos fueron: Ramón Tapia, Juan Neira, José Gajardo, Celso Chahuán, Víctor Vera, Héctor Velazquez, José Flores, Gabriel Ulloa y Fernando Aravena. Sin embargo, el pugilismo en Valdivia se vio representado de gran forma por dos hombres en particular: Raúl Carabantes y Germán Pardo, ambos partícipes de duelos memorables que sirvieron, y servirán, de ejemplo a las venideras generaciones.
Raúl Carabantes.
El recto con la izquierda y su rapidez de piernas eran las principales virtudes de este púgil valdiviano. Gracias a estas características, en 1932, logró tempranamente el campeonato en la categoría Pluma, galardón que sólo sirvió para despertar su hambre de triunfo.
Quizás pocos saben cuáles fueron los inicios de Carabantes; comienzos donde la necesidad de pelear para sobrevivir era habitual en aquellos años. No obstante, Raúl tuvo su primer acercamiento con los deportes muy alejado del ring, se desempeñaba como jockey en el Hipódromo de Valdivia, pero su desarrollo corporal le impidió continuar.
Con un futuro incierto tras renunciar para siempre a las carreras de caballos, Carabantes vio en el box una sustentable forma de ganar unos pesos. De esta manera comenzó a golpear; pero no golpes de aficionado, sino que aprendió a moverse por las cuatro esquinas, apalear a sus rivales y desarrollar un estilo único que lo destacó en el cuadrilátero.
Raúl Carabantes tuvo grandes combates, como por ejemplo, contra el peruano Anselmo Casares por el cinturón sudamericano de los Plumas, en 1935, o frente al argentino Carlos Martínez por el título sudamericano de los Welters, en 1936.
Pero la pugna más recordada fue la primera ante Antonio “Fernandito” Fernández, uno de los mejores pugilistas que ha tenido el boxeo chileno.
Carabantes vs “Fernandito”.
Había mucha expectación por lo que podía hacer el valdiviano frente al mejor boxeador nacional del momento. Carabantes contra “Fernandito”, una pelea que representaba todo el esfuerzo y progreso logrado por el sureño.
Comienza la pugna y Carabantes hace uso de su estilizado golpe de zurda, es más, se veía mejor preparado que su rival, lo que significó un primer round totalmente a su favor.
Se da inicio al segundo asalto: Valdivia entero expectante de lo que podría suceder si su representante mantenía el nivel exhibido en la apertura; no obstante, “Fernandito” no era cualquier oponente, pues gracias a su talento logró poner un hook (gancho) izquierdo en el hígado de su adversario. Después de eso la pelea no fue la misma; “Fernandito” terminó llevándose la victoria ante un desanimado oponente valdiviano.
Posteriormente se enfrentaron en dos ocasiones: un empate y otra victoria para Fernández. A pesar de haber conseguido un resultado igualitario en una de las tres peleas, los expertos de la época señalaron que el primer enfrentamiento fue fundamental, ya que Carabantes se encontraba en la cúspide de su carrera boxeril; él lo sabía, y por lo mismo le afectó tanto ser derrotado; seguramente creyó que jamás lo derrotaría.
Germán Pardo.
Fue uno de los pugilistas más respetados a nivel nacional e incluso sudamericano, fue campeón de Chile y de Sudamérica el mismo año (1972); integró la selección chilena de boxeo junto a Martín Vargas, Héctor “Chico” Velazquez, Julio Gómez y Alejandro Garrido, siendo estos sólo algunos de los lujosos pergaminos que simbolizan la carrera del valdiviano Germán Pardo.
Nunca perdió por “knock out”, pero más sorprendente es saber que de 120 combates sólo sucumbió en tres: uno como amateur y los otros dos frente al iquiqueño Eduardo “Maravilla” Prieto, campeón de los Plumas en 1977.
Su paso por el extranjero.
En su carrera, Pardo tuvo peleas extraordinarias, verdaderas batallas, combates que supo enfrentar con intensas preparaciones y una técnica estilizada, estrategias que le sirvieron para ganar no sólo en Chile, sino que también fuera del país.
Algunos de sus enfrentamientos en el extranjero fueron en Uruguay contra el brasileño Manoel Vieira, donde consiguió el Campeonato Sudamericano de Boxeo, posiblemente el triunfo más importante de su carrera.
En Perú, aún como amateur, perdió la oportunidad de ser campeón Latinoamericano tras caer frente a un boxeador brasileño (una de sus tres caídas mencionadas anteriormente); mientras que en Cuba, en el Torneo Rolando Córdova Cardín, venció a pugilistas de distintos países, para derrotar en la final al dueño de casa y favorito a quedarse con el certamen, Mariano Álvarez.
En 1973 fue nombrado hijo ilustre de Valdivia, para que posteriormente, en 1976, tomara la decisión de retirarse luego de una carrera llena de victorias y reconocimientos. Todo un ejemplo para quiénes buscan hacerse camino en la difícil vida del boxeo.
Cabe mencionar que estos dos guerreros son íconos en la historia del boxeo valdiviano. Carabantes y Pardo no eran golpeadores pero ganaban de forma inteligente, leyendo a sus oponentes. Ambos buscaron triunfar en sus vidas. Independiente de los golpes que recibieron, siempre trataron de quedar en pie y no ser derribados por sus rivales; una virtud que pocos tienen y varios deberían aprender y adoptar en su día a día.
Por Claudio Castro